El Festival | Institucional

Transposiciones creativas

Avistar horizontes tiene el potencial de despertar sentimientos que, cuando incluyen esperanza, nos permiten vislumbrar tantas posibilidades cuanto la vastedad de nuestra mirada pueda alcanzar. Si son compartidos, los horizontes comunes tienden a establecer conexiones y reconocimientos reverberantes, con encuentros y aprendizajes multilaterales. Para ello, la presencia de disposición y sentido crítico es fundamental, tornando ese avistamiento una experiencia transformadora, de percepción de asimetrías y mutuo estrechar de vínculos 

En ese aspecto, las expresiones artísticas son canales privilegiados para pensar realidades – pasadas, presentes y futuras. Pues al presentar indicadores de la diversidad histórica, cultural y social y elementos para su comprensión, tales manifestaciones nos invitan a experimentar perspectivas alternativas, ficcionales o no, y así visualizar, muchas veces, panoramas antes impensados. 

Con el objetivo de propiciar semejantes intercambios que reflexionan sobre herencias comunes e identidades particulares, MIRADA– el Festival Ibero-Americano de Artes Escénicas surgió hace 12 años, para presentar experiencias escénicas de países de América Latina, España y Portugal, que favorecen diálogos entre sus creadores y ofrecen al público algunas de sus producciones. En 2022, después de la interrupción ocasionada por la pandemia, el evento retorna al ámbito presencial, compartiendo espectáculos, proponiendo encuentros y actividades formativas. En el ano del bicentenario de la Independencia del Brasil, la sexta edición de MIRADA tendrá a Portugal como país homenajeado, motivando reflexiones alineadas con críticas contra el colonialismo sobre relaciones históricas y socioculturales entre los países involucrados, cuyas consecuencias repercuten hasta los días actuales. 

Santos, la ciudad donde se realiza el festival, además del carácter simbólico de una región portuaria, de tránsitos y conexiones, también es parte de la red de Ciudades Creativas de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (Unesco) por su actuación en el sector audiovisual. En ese punto de confluencia, que remite a dos pilares del Sesc – intercambios comerciales y culturales –, la institución ve en la ocupación artística de variados espacios urbanos, en asociación con agentes locales, la oportunidad de achicar fronteras a través de la cultura y fortalecer diálogos entre diversos pueblos. 

Danilo Santos de Miranda – Director del Sesc São Paulo 

Tejidos de una obra abierta

Por Valmir Santos 

Acontecimiento social, artístico y cultural, catalizador de narrativas, ideas, estéticas y gentes a manos llenas, MIRADA – Festival Ibero-Americano de Artes Escénicas vivió un sobresalto en su décimo año. Como todo lo demás en el mundo, en aquel 2020 la irrupción de la pandemia llevó a postergar la sexta edición para ahora, en 2022. Consecuencia de eso, la jornada arrastra una dramaturgia con interrupciones en términos de periodicidad bienal. Convertidas en unidades de tiempo, espacio y lugar que estallaron hace décadas en el planeta arte. El irlandés Samuel Beckett (1906-1989) ya vaticinaba: “Fallar de nuevo. Fallar mejor”1. Un lema vinculado al ensayar, repetir ad infinitum el trabajo de quien danza, actúa, desarrolla una performance. 

El enlace más elemental de la actual programación viene del calendario. Pues le tocó a Portugal, país que sería homenajeado dos años atrás, estar en el frente del palco del festival MIRADA, en el mismo setiembre del bicentenario de la Independencia del Brasil.  

Esa conjunción involuntaria da margen a la indagación que la escritora y traductora Marilene Felinto envió a la Bienal Internacional del Libro de São Paulo, en julio de este año: “(…) es necesario hacer la pregunta que no quiere callar — ¿no sería justo en esta ocasión, celebrar la literatura de países africanos de expresión portuguesa? ¿Por qué homenajear al colonizador y no a la narrativa literaria de pueblos sacrificados por la colonización?”2, provocó, en un artículo en el periódico Folha de São Paulo. 

Al fin de cuentas, continúa Felinto, “son tiempos de intensificación del pensamiento post-colonial, de consolidación de teorías cuyas palabras clave son descolonización, justicia social, reparación, derechos humanos y civiles. Incluidos aquí, hoy, el derecho de los pueblos indígenas y negros usurpados y masacrados en genocidios realizados por la colonización europea blanca”. 

Bajo ese prisma, la jornada escénica que se presenta en Santos incluye un elenco de obras lusas, brasileñas y de otros países de América Latina, del Caribe y de España, en los que la mayoría de sus autores enfrentaron prácticas imperialistas y difusoras del patriarcado, y crueldades estructurales de las más diversas sociedades.  

Profundo conocedor del sentimiento de odio subyacente en las dominaciones por clase, raza, género y sexualidad, en las casas señoriales rurales de ayer y de hoy, el médico y psicoanalista Jurandir Freire Costa explica: “Crueldad es el acto o el deseo de causar sufrimiento físico y moral a sí mismo o al otro. Maltratar a una persona, humillándola o agrediendo su integridad corpórea, es una conducta indeseable o hedionda, en función del grado de la ofensa, pero que puede ser fácilmente aceptada. Basta deshumanizar al prójimo. Basta creer que la persona no es un sujeto moral como ‘nosotros’ para que la crueldad cometida no sea percibida en su horror. A lo largo de la historia, el racismo, el prejuicio sexual, la intolerancia étnico-religiosa, la indiferencia de los opulentos frente a los miserables etc. muestran con qué facilidad podemos deshumanizar lo ‘diferente’, lo ‘inferior’, sin perder una única noche de sueño”3. 

Colonialidad del poder 

Algunos trabajos del festival reproducen de manera más directa aspectos de la colonialidad del poder, concepto desarrollado por el sociólogo peruano Aníbal Quijano (1928-2018) para recordar que las formas de explotación y segregación racial de pueblos no blancos, por las metrópolis europeas, no desaparecieron con la independencia de las naciones latinoamericanas. 

Polifonía crítica ejercitada en obras como “Cosmos”, en la cual las actrices y directoras Cleo Diára, Isabél Zuaa y Nádia Yracema, respectivamente de ascendencias cabo-verdiana, portuguesa y angolana, revisitan la mitología africana para crear una ficción de nacimiento de un nuevo mundo interesado en el afro-futurismo y atento al legado de antepasados y a la ciencia. 

“Brasa”, del artista performativo y visual Tiago Cadete, focaliza los grupos migratorios que escogieron Portugal o Brasil para estudiar, trabajar, o quienes simplemente dejaron sus respectivos países por motivos políticos. 

En una opción transversal, “Estreito/Estrecho”, fruto del trabajo conjunto del Teatro Experimental do Porto (TEP) con el Teatro La María, de Chile, mete la cabeza dentro de la boca del león al tratar la historiografía oficial del navegador portugués Fernão de Magalhães – Hernando de Magallanes – (1480-1521). Hace 502 años, él lideró una expedición española que “descubrió” el paso  natural del extremo sur de América del Sur, que une los océanos Atlántico y Pacífico. Y fue bautizado con su nombre, estrecho de Magallanes. 

Ya en “Lengua Brasileña”, el Coletivo Ultralíricos, de São Paulo, promueve un encuentro entre el cantor y compositor Tom Zé y el director Felipe Hirsch. La propuesta es divulgar y oír la epopeya de los pueblos que crearon el portugués hablado en el Brasil, sus mitos y cosmogonías.  

Sin embargo, la ausencia de actores indígenas en el elenco de seis personas fue notada durante la temporada de estreno en la capital, a comienzos de año. Percepción lacunaria amplificada en el panorama del festival que tampoco hospeda artes del cuerpo concebidas directamente por artistas pertenecientes a pueblos originarios del Brasil en rituales plenos de teatralidades, danzas y acciones performativas per se. 

La dimensión autóctona fue tarea de una longeva troupe peruana: el Grupo Cultural Yuyachkani proporciona, en “Discurso de Promoción”, una reflexión a contrapelo de las herencias vinculadas a estructuras sociales coloniales. El espectáculo reafirma las tradiciones de los pueblos quechua y aymara al disecar la pintura “Proclamación de la Independencia de Perú” (1904), cuadro de Juan Lepiani (1864-1932) que idealiza el acto del general argentino José de San Martín (1778-1850) al emancipar el país de la corona española en 1821. En primer plano, la imagen muestra un balcón, donde solo hay figuras masculinas y blancas de la nobleza política y religiosa. En segundo, abajo del balcón, está el presumido pueblo, cuyos rostros desentonan del perfil étnico de la población de significativa proporcionalidad andina. 

Como se sabe, los aspectos fundacionales de una nación inciden directamente sobre la vida contemporánea de ciudadanas y ciudadanos. Grada Kilomba, una artista interdisciplinaria, escritora y teórica nacida en Lisboa, con raíces en Angola y São Tomé y Príncipe, afirma que “una sociedad que vive en la negación, o inclusive en la glorificación de su historia colonial, no permite que sean creados nuevos lenguajes. Tampoco permite que sea la responsabilidad, en lugar de la moral, quien creará nuevas configuraciones de poder y de conocimiento. Solo cuando se reconfiguren las estructuras de poder es que las diversas identidades marginalizadas podrán también, finalmente, reconfigurar la noción de conocimiento. ¿Quién sabe? ¿Quién puede saber? ¿Saber qué? ¿Y el saber de quién?”4, Kilomba pondera. 

Cualquier ser con un mínimo de información sabe y siente cuanto la humanidad perdió sus cabales en muchos aspectos. Y así tenemos el hambre, la concentración de renta, las enfermedades, las guerras, en fin, desgracias moralmente condenables, pero lucrativas para sus respectivas multinacionales.  

Es conocida la autopercepción del dramaturgo de Santos, Plínio Marcos (1935-1999), que se consideraba “un repórter de un tiempo malo”. A punto de titular una de sus piezas “Reportaje de un Tiempo Malo”, un collage de textos llevada al palco del Teatro de Arena de São Paulo en 1964. A mediados de la década de 1990, él se quejaba de que las miserias humanas continuaban sirviéndole como materia prima. “Siempre fui un repórter de los tiempos que vivimos”5, declaró el escritor, guiado más por la realidad que por la ficción, al ser entrevistado por el periódico Folha de S.Paulo. 

Vertiente documental 

No sin la debida razón, la mayoría de las 36 obras del festival adoptan procedimientos creativos del teatro documental, o sus variaciones, para colocar en escena problemas micro y macro que claman por justicia, y son reiteradamente ignorados por los sistemas económico (¿autofagia del capitalismo?) y político (¿imperfección de la democracia?). Moto continuo secular al cual las instancias del arte jamás dejaron de oponerse, esgrimiendo poéticas de sublevación, de diminuta o cero ilusión, aunque  conscientes de que las transformaciones nacen a partir de un sujeto, para después tornarse una multitud. 

La amplitud temática se muestra digna de la complejidad de nuestra época, que en el diseño de la curadoría se aproxima de un mural del siglo XXI con sus peligros y urgencias. 

Por ese motivo, es imposible no sentirnos afectados por la capacidad de creadoras y creadores de equilibrarse al borde de abismos. De cómo las democracias mueren y, por otra parte, de cómo nacen discursos a favor de la dictadura, inclusive las que ya murieron, pero aún no desaparecieron. La obsesión por borrar partes de la historia, bajo pretextos revisionistas y al costo de mucha desinformación. ¿Qué nos dicen el descubrimiento de frases dichas por obreros que trabajaron en la construcción de Brasilia, entre los años 1950 y 1960, sobre pensar en un futuro común más justo? ¿Cómo vivir juntos, sin importarnos del pensamiento diferente del vecino, o de la desconfianza mutua en la frontera? ¿Qué saben los líderes indígenas, ribereños, defensores ambientales, historiadores y antropólogos que aprenden y comparten los problemas del cambio climático, las crisis sanitaria y humanitaria vistas desde la óptica de la deforestación, de los incendios, del garimpo (buscadores de oro) y la caza ilegal en Amazonia, el bioma de mayor biodiversidad del mundo?  

¿Qué mueve y remueve el deseo?  

Hay pliegues que justifican la fuerte impresión que causa la desnudez retirada del territorio por lo íntimo, el universo infinito del cuerpo. El activismo de proyectos artísticos inclusivos presentados por personas que conviven con el síndrome de Down, esquizofrenia o Alzheimer. La necesidad de retomar un espacio público cada vez más excluyente. La visibilidad para el pueblo periférico y, en particular, el feminismo negro que saluda ancestralidades afro-brasileñas provenientes del candomblé y umbanda. La apropiación de la dramaturgia clásica por actores protagonistas negros y negras. La bien pensada unión de partituras de música y danza que dan un tercer margen complementario. El tabú de la muerte deconstruido como signo de vida y accesible a personas de todas las edades.  

Y todo, dentro y fuera de la escena, revitalizado por el abrazo y por el toque al otro – cuya falta durante la pandemia también se reveló ser agudo y grave. Lo que tenemos para la fiesta de los sentidos es una gama de sensibilidades, espantos y sensorialidades que hacen del corpus MIRADA una obra abierta. Por favor, vengan. Entren sin golpear la puerta.  

Viaje hacia la alteridad, al otro

Han transcurrido cuatro años desde la última edición de MIRADA, postergado en 2020 por causa de la pandemia de Covid-19, que restringió la circulación y  aglomeración de personas en todo el mundo, desafiando a las artes escénicas a permanecer activas y encontrar otras formas y medios de expresión y vehiculación. 

Este intervalo singular, tuvo tamañas consecuencias en las formas teatrales decantadas a partir de procesos de reinvención y sobrevivencia, redescubiertas y resiliencia, que llevó a artistas, compañías, directoras y directores de teatro a trasladarse a nuevos lugares de creación. Ciertas piezas de teatro se transformaron en películas y experiencias digitales en diferentes plataformas. Escenas en  vivo eran transmitidas por internet para aquellos que pudieron resguardarse en sus casas, garantizando una co-presencia temporal de artistas y público, parte fundamental de la experiencia teatral. 

Sin embargo, con todas las dificultades que se sumaron a las ya enfrentadas desde antes de la pandemia en el Brasil, cuando edictos y programas de fomento e incentivo a la producción de artes escénicas disminuyeron, el teatro permaneció vivo y relevante. Hijo de dioses que mueren y renacen, el arte del teatro siempre encuentra maneras de existir. 

Los espectáculos que el festival presentará este año, están marcados por los tiempos complejos que vivimos y, sin duda, fueron amplificados y tienen nuevos colores y voces. La interrupción de 2020, más que una ruptura, fue un punto de parada para vislumbrar nuevos caminos necesarios. 

Desigualdades sociales y económicas, un legado de implicaciones con el pasado colonial y esclavista, relaciones de alteridades que se entrecruzan con historias personales y familiares, asumieron mayor proporción – debido a la pandemia, entre palcos y plateas. Piezas y dramaturgias que trataban asuntos neurálgicos de la realidad nacional, y de muchos países, fueron montadas o retornaron a escena y parecieron muchas veces, premonitorias. 

Los festivales de todo el mundo, impedidos de alcanzar su principal objetivo – grandes aglomeraciones – reinventaron estrategias para mantener el trabajo curatorial en día. Encuentros on-line de diversas redes ibero-americanas de artes escénicas fueron un respiro para meses de restricciones sociales. Con el festival  Mirada no fue diferente. 

En noviembre de 2021 fue realizado Ocupación Mirada, con la mayor parte de sus acciones en formatos digitales. El pensamiento de la curadoría del festival, que es colectivo y constante desde 2010, pudo ser presentado en obras y procesos que reafirmaron la necesidad de mantener una mirada viva a las diferencias, semejanzas y entrecruzamientos posibles de deseos, esperanzas y contingencias de los países ibero-americanos. Algunos encuentros ocurridos en aquella programación dieron frutos que serán cosechados en la actual edición del festival. Los grupos que presentaron sus obras, procesos o participaron de las actividades formativas en medios digitales, estarán ahora frente al público, en completa presencia. Sumado a eso, fue producido el primer volumen de Cuadernos de Reflexiones sobre las Artes Escénicas en la Red Ibero-americana, en edición trilingüe, reuniendo textos de amplios contenidos, escritos por artistas y gestores culturales. 

La continuidad del trabajo curatorial con pesquisas y realizaciones como esas fue fundamental para llegar al Mirada 2022. A partir de una nueva mirada a las obras que anteriormente fueron presentadas, se tornaron visibles los diferentes sentidos que adquirieron en los años recientes. La presencia de Portugal como país homenajeado, en el año del Bicentenario de la Independencia del Brasil, hace que sean aún más significativas las cuestiones concernientes a la relación colonial, sus superaciones o como se mantuvieron. Eso lleva buscar con más ahínco un bies crítico en los trabajos seleccionados. 

Al partir de la idea de “Ibero-América”, que reúne países otrora colonizados y colonizadores, en lugar de reafirmar relaciones de dominación y expropiación, la curadoría busca presentar expresiones culturales de esa región transcontinental, trascendiendo  el resultado del proceso colonizador que definió una América Ibérica. 

El festival exhibirá obras de otros países que miran al Brasil y discuten sobre nosotros. Son trabajos en los que países latinoamericanos se enfrentan con sus antiguos colonizadores, y estos encaran la historia a la luz de perspectivas no hegemónicas. 

Veremos en escena, y multiplicadas en acciones formativas cuestiones tales como: la constitución de alteridades en el encuentro de pueblos e individuos, relaciones de trabajo inseridas en la lógica capitalista de producción, posibilidades y límites de las artes escénicas en su actuación en transformaciones sociales, y la propia producción ficcional a partir de historias personales o de contextos sociales en realidades periféricas. 

Son innumerables temas, presentes en las artes y en la vida, traspasados por la necesidad de encantamiento y de una construcción de lo que era invisible o imposible mientras se reproducía la lógica de la colonización. Por eso, Mirada se importa en traer al público dramaturgias, puntos de vista y recuentos históricos protagonizados por cuerpos cuyas existencias fueron sistemáticamente borradas o subalternadas y aún siguen siéndolo en el presente, bajo otras formas de opresión. 

El Teatro, con su característica única de unir el pasado – todo aquello que está preparado para la realización de la escena – con el presente – es decir, aquello que de hecho se presenta ante el público – puede abrir un vórtice para el futuro. Memoria, documento, ficción y realidad se funden frente a la importancia mayor y permanente de un encuentro auspicioso entre personas.  

Es ese encuentro – en un tiempo que combina pasado, presente y futuro, y que de manera más poderosa genera transformaciones, sean individuales o colectivas – que el festival Mirada intenta realizar en busca de un plano, o quien sabe un vislumbre, un indicio que permita atravesar una era de malos tratos que la humanidad se impone a sí misma y al planeta. 

El viaje ya está por comenzar, garanticen sus billetes de ida y vuelta hacia la capacidad de ser otro. Esos son los billetes verdaderamente premiados. 

Campos de conflicto – La decolonialidad en el centro de la formación

Por Giovana Soar, Ivam Cabral y Jhonny Salaberg

La democratización de la información es uno de los beneficios oriundos de una compleja sumatoria que incluye el desarrollo tecnológico de los últimos 50 años, la intensificación de la militancia por una justicia social y la búsqueda de un genuino conocimiento científico. Si hasta el siglo pasado las teorías racistas aún se basaban en falsas coyunturas antropológicas o biológicas, hoy la razón contemporánea ya dispone de múltiples herramientas para desmitificar tales equívocos.  

 

Es evidente que el aumento en la divulgación de informaciones, posibilitado sobre todo por internet, no resulta necesariamente en conocimiento constituido. Por otro lado, las noticias falsas o tesis anacrónicas y exóticas continúan circulando en las redes digitales o en bocas maliciosas; no obstante, hoy al menos tenemos el acceso y los dispositivos para rechazarlas. Mitologías como las del Brasil descubierto o embustes como la inferioridad étnica pueden ser fácilmente ser deconstruidos por la historiografía y la biología.  

 

En este sentido, ha sido fundamental la ruptura de paradigmas causada por estudios post-coloniales y decoloniales, que desarmaron con éxito la narrativa evolucionista eurocéntrica. Ese conjunto de teorías que analiza los efectos políticos, filosóficos y artísticos causados por el colonialismo y los cambios de perspectiva en relación a pueblos otrora subyugados, es un fenómeno que adquirió potencia a partir de los años 1980. Era, sin embargo, muy restricto a los círculos académicos, pues la construcción de nuevas epistemologías todavía estaba apartada de los movimientos sociales. A pesar de que hoy en día esos conocimientos están más popularizados, aún resta mucho por hacer para que su reverberación realmente llegue a todos los ciudadanos. 

 

Por ello, tener a Portugal como país homenajeado en 2022 en MIRADA – Festival Ibero-Americano de Artes Escénicas no significa reforzar condescendencias, sino justamente lo contrario: representa una oportunidad de diálogo crítico sobre nuestros orígenes, para que más personas aquí y allí puedan efectivamente conocerlos. Queremos crear campos de conflicto constructivos entre ese homenaje y nuestra historia. La curadoría formativa del festival nos aporta el desafío de intentar descolonizar nuestros pensamientos. 

 

El momento histórico es más que propicio. Los feminismos, los movimientos negros, las pautas LGBTQIAP+ y las luchas por derechos civiles de los pueblos originarios están en evidencia, y lo que en determinados períodos correspondía a compromisos restrictos hoy se nota en nuestra lengua, nuestras ropas y en la postura de una inmensa parte de la población joven. Mientras tanto, las fuertes oleadas de reaccionarismo en las  Américas o Europa, pautadas en la mentira o el rescate de malos entendidos científicos ya superados, tratan de contener los avances civilizatorios. Por eso precisamos mantenernos firmes en la defensa de la democracia, la polifonía cultural como condición indispensable a la prosperidad ética, cognitiva y económica de nuestros pueblos y la legitimidad de voces antes silenciadas. 

 

Desde hace siglos, existe una relación de amor y odio entre brasileños y portugueses.  También de admiración y desdén, deseo y rechazo. Son sentimientos paradojales que muchas veces tienen origen en bobos prejuicios. Vemos esa inmensa voluntad de  afectos, aunque aún llena de rencor.   

 

Precisamos comprender el mundo más allá de Europa. ¿Por qué nos llamamos América? ¿Por qué somos latinoamericanos? ¿De donde viene este nombre, por qué lo hemos adoptado y por cuál razón todavía lo utilizamos? Recordemos que en 1988, la antropóloga Lélia Gonzalez ya cuestionaba el homenaje – al invasor Américo Vespucio – que fue quien dio el nombre a nuestro continente, al proponer una categoría semántica y sociocultural de la ame-fricanidad.  

 

Frente a esto, ¿cómo podemos volver a habitar nuestro mundo? ¿De qué manera podemos decolonizar nuestro idioma, nuestra lengua portuguesa? ¿Cómo decolonizar nuestros conceptos de belleza y saberes? ¿Quién cuenta las historias? ¿Las historias aquí contadas, en esta edición de Mirada, nos representan? ¿Qué narrativas son esas?  

 

No se trata de un revisionismo rencoroso, tampoco de promover una persecución como réplica. Nuestro objetivo es descubrir otras y otros protagonistas para esos enredos –pues ellas y ellos son muchas y muchos – y llevar esos temas a diálogos con el público.  

 

Actualmente, gracias a las más diversas militancias por equidad social, uso de un lenguaje inclusivo y libertades individuales, tópicos que antes eran tabú o estaban circunscritos al universo erudito, son ahora debatidos en los patios de las escuelas, en escenarios fuera del Brasil, en la conversación cotidiana. Todas las personas son capaces de aprender y enseñar algo. El pueblo portugués tiene mucho que aprender con el brasileño, y viceversa.  

 

Con madurez intelectual, tenemos la chance, a través de eventos como este, de sistematizar nuevos conocimientos y fortalecer todas nuestras culturas y tradiciones que sean dignas de ser preservadas de acuerdo con nuestro propio interés. Las historias negativas de la colonización, la esclavitud y los genocidios deben continuar siendo divulgadas con finalidad pedagógica, en primer plano en los libros de nuestros estantes: como hechos consumados, informaciones accesibles que nos permitan entender de donde venimos. Nuestra práctica, no obstante, debe apuntar hacia el futuro para llevar a cabo la construcción colectiva de nuevas utopías.